Vida cristiana práctica

La cuestión de si un creyente puede o no perder su salvación ha resultado en mucho tormento para muchos cristianos verdaderos. Sin embargo, la salvación no depende de nuestra fuerza o de la intensidad de nuestra fe, sino que descansa en la plena suficiencia de la obra del Señor Jesús a los ojos de Dios. Este libro expone de manera clara la base de nuestra salvación y facilita la comprensión de ciertos textos de la Biblia que a veces turban el creyente.

El bautismo. Los cristianos que quieren seguir al Señor Jesús se bautizan. ¿Por qué lo hacen? ¿Qué se expresa en el bautismo? Este libro da unas respuestas basadas en la Biblia. Será de interés tanto para el creyente que desea bautizarse como para el que ya fue bautizado en el pasado y quiere profundizar en su significado.

"Tú cuentas mis idas y mis venidas... ¿no están mis lágrimas en tu libro?" (Salmo 56:9) El cristiano puede conocer la felicidad, aunque su vida vaya acompañada de lágrimas, sufrimiento, soledad, enfermedad, decepciones, rupturas o incluso de persecución. Dios ve y oye todas estas lágrimas, incluso los sollozos. Nos consuela, nos da respuestas amorosas. A través de Su Palabra, la Biblia, nos ayuda a sobrellevar la ira, la ansiedad, el miedo, la tristeza. En cambio, puede llenar nuestros corazones con paz, serenidad, valentía y alegría.

"Hombre de verdad, ¿quién lo hallará?" Proverbios 20:6"Mujer virtuosa, ¿quién la hallará?" Proverbios 31:10¿Quién podrá responder como conviene, sino la Palabra de Dios? Sin embargo, aunque no exista un patrón, ella contiene directrices precisas a este respecto. La obediencia a la Palabra de Dios es indispensable para ser conducido por el buen camino. Esta es la actitud correcta que deben tener los jóvenes creyentes serios y piadosos.Con frecuencia, la elección de un cónyuge se hace en la juventud y no en la edad madura. La falta de experiencia en la vida es suplida por el sabio consejo de los padres o de quienes los sustituyan.

Con frecuencia leemos la Palabra de Dios de manera superficial, y esto es para nuestro perjuicio, sobre todo cuando se trata de enseñanzas relativas a la oración. El desconocimiento de los principales pasajes que se nos presentan en el Nuevo Testamento puede tener consecuencias nefastas para la vida espiritual, conduciendo al desaliento y a la incredulidad. ¿Quién de nosotros no ha experimentado esos sentimientos porque, aparentemente, su oración no tuvo respuesta?

“Si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis” (Juan 8:24). “Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor” (Apocalipsis 14:13). Cualesquiera que sean las causas de fallecimiento contadas por las estadísticas, sea que se muera en la cama, en el hospital o en la carretera… conforme a las Escrituras sólo hay dos maneras de morir.

La oración es la respiración anhelante del nuevo hombre, producida por la obra del Espíritu Santo, quien mora en todos los verdaderos creyentes. De ahí que hallar a alguien orando es verlo manifestando la vida divina en una de sus características más hermosas y conmovedoras: la dependencia.

En el mundo no se puede negar la existencia de un principio que obra de forma vital, y que en todo tiempo ha incitado vivamente el odio y la oposición del hombre. Siempre ha sido así, desde los días de Abel hasta hoy. Este principio vital es la fe.

Primero vamos a tomar conciencia de dónde ha salido el «principio de la mentira». Los primeros hombres no tenían ningún motivo para mentir. Poseían todo lo necesario para ser felices. No tenían problemas, todo les pertenecía, gozaban de una comunión ininterrumpida con Dios. Pero existía alguien que había sido mentiroso desde mucho antes: el diablo. El Señor Jesús lo llama “padre de mentira” (Juan 8:44); él es la raíz del «principio de la mentira». Y a través de una mentira sedujo luego a toda la humanidad para que pecara (comparar Génesis 2:16-17 con 3:1, 4). Por eso cuando decimos una mentira, ¡andamos en las pisadas del diablo!

¿Qué es el mundo? He aquí una pregunta de suma importancia que se presenta al atento examen de todo creyente serio y reflexivo. ¿Qué es este mundo, del cual la Palabra nos exhorta a guardarnos sin mancha? (Santiago 1:27).

A través de varios ejemplos de familias de la Biblia -que van desde Adán y Eva, hasta Aquila y Priscila- este libro presenta lo hermoso que puede ser el noviazgo, el matrimonio y la vida familiar bajo la bendición de Dios.También muestra las consecuencias de la indiferencia ante las normas establecidas por Dios. Estas advertencias siguen siendo muy actuales, sobre todo porque el mundo que rodea al creyente desprecia públicamente las normas divinas.Las experiencias del autor durante décadas de ministerio pastoral entre los creyentes, así como las de su propia familia, se combinan para ofrecer una refrescante aplicación de estos ejemplos bíblicos a nuestro tiempo.

El asunto que vamos a considerar es el que más inquieta a los creyentes al principio de su carrera. Se trata de la pérdida de la comunión con Dios, originada después de la conversión, a causa del pecado.

“El amor de Cristo –dice el apóstol– nos constriñe” (2 Corintios 5:14). Este es el motivo más poderoso de todos. Cuanto más lleno esté el corazón del amor de Cristo, y cuanto más fijemos nuestros ojos espirituales en su bendita Persona, más buscaremos seguir sus huellas celestiales. Ahora bien, entre los numerosos obstáculos que se oponen a esta plena consagración de corazón a Cristo que yo deseo ardientemente para mí y para mis lectores, el yugo desigual, tal como lo veremos, ocupa uno de los primeros lugares.

Escribir una introducción a la Biblia es una empresa ciertamente difícil y extremadamente seria. Tomar tal libro para mostrar el encadenamiento de sus diversas partes, su relación entre ellas y con el conjunto, a fin de revelar los designios de Dios, es una tarea difícil, pues uno se encuentra en presencia de los mismos pensamientos de Dios.

Jóvenes, esposos y padres encontrarán en este libro los principios generales que la Palabra de Dios expone en relación con la vida matrimonial y familiar.El autor asigna un lugar importante a las citas bíblicas e ilustra esta obra con ejemplos tomados de las Sagradas Escrituras. Estos principios divinos, serios y solemnes, son el fundamento de una vida armoniosa en Cristo y el único recurso para evitar fracasos a veces irreparables.Si podemos decir como el apóstol Pablo "porque para mí el vivir es Cristo", "Cristo vive en mí" (Filipenses 1:21; Gálatas 2:20), seremos capaces de comprobar "lo que es agradable al Señor", y andar "como hijos de luz" (Efesios 5:8, 10).

El Enemigo siempre ha realizado múltiples esfuerzos para distraer a los creyentes del objeto que las Escrituras ponen ante ellos, a saber, la persona del Señor. De todos los medios que emplea, el más sutil consiste en proclamar ciertas verdades bíblicas, separándolas del conjunto de la Revelación, dándoles así un relieve que finalmente falsifica la “verdad”, es decir, la Palabra de Dios (Juan 17:17).

Este folleto expone el tema de la disciplina desarrollado por tres autores diferentes para advertirnos sobre el agravio que nuestras faltas como creyentes causan a Dios y al prójimo. Luego nos presenta el camino de retorno, por medio de la confesión y la reparación, para poder gozar nuevamente de la comunión con el Señor. Que estas páginas sirvan de ayuda al lector para comprender los diferentes aspectos y la importancia de este tema.

Primero es necesario escuchar, luego hablar. “Hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero” (Éxodo 33:11). Hoy el creyente goza de un privilegio aún mayor: comunicarse con Dios no solo como con su amigo, sino escucharle y hablarle como a su Padre.

¿Qué es la tentación? Es la incitación a pecar. Y pecar es, fundamentalmente, hacer la propia voluntad, la cual se opone a lo que uno sabe que es la voluntad de Dios. Esta “voluntad de Dios” la resume el Señor mismo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas… Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos 12:30-31).

¿Qué es la libertad? ¿Es hacer lo que a uno bien le parezca, tal vez sin infringir las leyes, pero violando toda regla moral, sin tener en cuenta a los demás y viviendo tan solo para sí mismo? Llevada al extremo, esta concepción de la vida solo puede producir destrucción. La destrucción de hogares, de familias, de la sociedad. Esta no es la verdadera libertad. Ella no puede ser independiente de una ley moral. En nuestra época, los hombres hablan fácilmente de liberarse de los tabúes y de las reglas arcaicas, pero en realidad son esclavos de sus propios impulsos, pues son incapaces de dominarlos (2 Pedro 2:19).

Nuestro tema parece austero a primera vista, sin embargo es muy actual. A menudo los jóvenes y los menos jóvenes se preguntan: «¿Por qué permitió Dios tal acontecimiento en mi vida? ¿Por qué perdí mis exámenes? ¿Por qué mi madre está enferma? ¿Por qué este duelo?». A tales preguntas se dan dos grandes categorías de respuestas; una es la del fatalismo: «Estaba ya escrito; solo hay que aceptarlo y someterse, porque es inevitable». La otra respuesta, la cristiana, es muy diferente: «¿Qué quieres enseñarme?».

Respiración del alma, expresión de la fe, impulso de amor, combate espiritual, la oración es vital para el creyente. Por medio de la oración se acerca a Dios para pedirle ayuda, pero también para agradecerle y adorarlo. A través de ella, el cristiano expresa su dependencia de Dios y testifica que el hombre no está solo en el universo, sino que Dios existe y obra.

La forma con la que Dios se ocupa de alguien que se aleja, seguramente no es la nuestra. Los caminos de Dios son hermosos y perfectos. Hermano que se alejó, no suponga que al abandonar al Señor, todo se terminó para usted y que no puede ser restaurado. No; si vuelve, días mejores han sido preparados para usted. El propósito de Dios es conducirnos a un estado práctico mejor del que hemos perdido al alejarnos. De esto resulta que gustamos mucho más la gracia, tenemos más confianza en el Señor y desconfiamos más de nosotros mismos.